Como viejas ya pasadas de moda, de brillantes anillos y medias agujereadas, halagándose las unas a las otras, buscando las unas en las otras el reflejo de sus propios pensamientos, de su egocentrismo; buscando el reflejo de aquello que buscaron ser toda la vida, todo aquello que nunca lograron conseguir, todas esas palabras que les hubiera gustado escuchar salir de otra boca, y ahora no encuentran más remedio que el de sentarse, unas frente a las otras, y pronunciarlas ellas, y escuchar como las demás las repiten, las escupen, las vomitan…
Así los veo, más jóvenes, más desesperados, menos cansados, igual de resignados y aburridos. Comportándose igual, buscando una afirmación de lo que son, buscando el reflejo que tanto desean, en los demás. Reafirmándose en falsas sonrisas, estruendosas, diciendo aquello que saben que el otro quiere escuchar, mentiras, para que les digan eso que ellos piensan de si mismos, más mentiras, pero no se atreven a pronunciar, por miedo a que se rompa el hechizo. Intentando creerse con sus palabras esa superioridad que nadie más se cree.
Como cerdos… revolcándose en su propia mierda.
