martes, 15 de febrero de 2011

Ley antitabaco en un 1ero de universidad o de lo deforme de la sociedad.

El otro día tuve el, por decirlo de alguna manera, placer de presenciar un debate en clase, un debate, por supuesto, incitado por el profesor, sobre la nueva ley antitabaco. Obviamente, como era de esperar, hubo gente en contra de la ley, gente a favor, y no pronunciados. Las opiniones, como también era de esperar, versaron sobre si era perjudicial para la salud, sobre la libertad, la justicia, y todas esas cosas con las que nos encanta llenarnos la boca y sentirnos importantes. Por suerte tuve una ubicación privilegiada para ver dicho debate; estaba de pie junto a alguna compañeras y de frente al resto del alumnado, por lo que pude ver las caras, los gestos… Pude ver como gente joven (1er año de universidad) defendía con uñas y dientes su derecho a fumar, como se enfadaban y se ponían nerviosos (al punto de enrojecerse) intentando hacernos entender a todos que el tema del que estábamos hablando no era ni más ni menos que su LIBERTAD, y lo peor es que los argumentos que acompañaban su libertad para fumar, era, su libertad para beber, para hacer botellón, y bueno.
La verdad es que me sorprendí. Me pude reconocer en ellos, pude reconocer esas ganas de ahorcar a alguien cuando parece no entender algo que esta tan claro para mi, algo tan obvio. Y me pareció tan triste, no por mí, sino porque tengan esos sentimientos tan apasionados defendiendo algo tan poco importante, es más, casi los culparía por entregar esa pasión y esa fuerza a algo tan material. Me pareció triste porque, mientras hablaban las miraba (todas eran chicas), con los 18 apenas cumplidos, que probablemente empezaron a fumar porque alguien les dijo que era ‘guay’ como dirían ellas, o bueno, vamos a darles el beneficio de la duda, tal vez nadie se los dijo, simplemente a ellas les pareció así.
Me pareció triste porque se aferraban a lo que decían, y peleaban, discutían, defendían… y era un discurso penoso. Se creían tan importantes, tan grandes; y seguro que el tabaco lo pagan con el dinero de los padres.
Me pareció muy triste, porque lamentablemente ese el reflejo de la sociedad de hoy: gente que no conoce de música, no mira películas, menos hablemos de leer libros. Gente a la que no le importa el de al lado, gente que no quiere, no sabe, no puede pensar. Gente que defiende, como si de su vida se tratara lo único que tiene, lo único que la define, lo único que le da un valor, un vicio putrefacto.


Agradecimientos a las 3 payasas que inspiraron esto, que sepan que sus futuros problemas de salud a mi me sirvieron para hacer algo que me enriquece y disfruto mucho más de lo ustedes jamás disfrutaran un cigarrillo.